Sábado de rumba


Canta al mes el reloj
su rumba de días bisiestos
tal si de las nalgas untuosas
ardientes caracolas brincaran
en el portal de la gruta sagrada.
El empedrado catedralicio
de La Habana Vieja se adueña
irremediablemente de las venas.
Nada se resiste a las maracas.
Es tarde como sábado
y rumba sol de junco y caña.
Vibran ombligos de azúcar
y el amor crece en el arrecife
como pleamar en la corriente
del golfo que nos envuelve.
Cimbrea la cintura su esqueleto
y apresura a los poros su hontanar.
El fuego no hace espera y el agua
se desborda por el arrecife de tus senos
mostrando sus dos cardenales.
El ritmo acelera la sangre
hasta el instante preciso: No hay tiempo
de más tino y el alma obliga al quiebro
su recurso como un par perfecto.
Sólo te queda, Viviana,
si no te tapaste a tiempo
dejar el manjar para otra fruta
mientras se pueblan de amor
las cigüeñas del cañaveral.


(Convergencia, 1991)

Mark