Horadando vientos, jadeante,
y pueblos, la nube, que ululando,
bufa desde lo más hondo de sus rieles,
acude a la costumbre
de esa otra nube, más nube aún,
donde la ciudad, ennegreciéndose,
sueña que existe.
Prófugas luces, diluviando
estrellas malditas, caen...
Caen mis desengaños,
y mis engaños caen...
Tal el primer contacto...
(¡cuánta desazón luminaria!)
Tal la primera bofetada...
(¡cuánto beso carcomido!)
Y yo me pregunto, nos preguntamos todos
por ese encuentro de astros cuajados
que, orbitando, nos envuelve...;
por ese amor de franela
que, flameando, nos disloca...
¿Qué buscar, ¡oh volúmenes colmenares!,
entre prisa, y prisa y más prisa,
¡danzantes bípedos de flúor!,
en una noche que se eterniza?
Sigo las calles, doblando esquinas
locamente. No entiendo
ni palabra de cuanto ocurre...,
¡tan mugriento, tan fascinante,
tan todo tanto, que no sucede
cosa, sino sin sal ni sol...!