José María Alfaya

Cantautor
Mi recuerdo de Andrés podría titularse «Lloviendo piedras», pero no tiene que ver con la peli de Ken Loach, sino con las difíciles circunstancias en que se practicaba la difusión artística en los tiempos de la democratización sociocultural que se pregonaba en los ayuntamientos democráticos del entorno de Madrid.

Conocí a Andrés a través de Indio Juan. Ambos formaban un tándem de hombres buenos, artistas y activistas de la Cultura. Andrés ayudaba contratando y el Indio Juan se dejaba ayudar para ganarse el pan que compartía con otros artistas necesitados de escenario y que lo acompañaban voluntariosamente en un magnífico recital de versos y canciones, en el más sugestivo estilo argentino, donde se combinaba la fuerza de la denuncia social, la belleza de rotundas palabras engarzadas telúricamente, ritmos ancestrales y un humor socarrón de intencionalidad sociopolítica.

Indio Juan era tan generoso que hasta compartía escenario con aficionados como yo que no necesitábamos soldada aunque buscábamos la experiencia de las tablas.

Y eso tengo que agradecerles a ambos porque una noche, en un parque convertido en escenario municipal de una de esas campañas socioculturales de verano, tuve la ocasión de vivir una experiencia que no he olvidado.

Estaba yo sentadito en mi silla de músico acompañante cuando sobre la nívea cabeza del Indio cruzó el destello de un objeto que brilló por un instante a la luz de los focos. Era una piedra que sobrevoló toda la superficie del escenario, de lado a lado, hasta perderse en la oscuridad de lateral contrario al de procedencia. Inmediatamente cruzaron otras desde el sentido opuesto. Me resistía a creer que las piedras tuvieran que ver con la calidad de la actuación porque quienes las lanzaban estaban demostrando muy mala puntería. Al final comprendí que la reacción del público apedreador no era de repulsa a los artistas sino de aburrimiento: como no les interesaba lo que estaban escuchando se divertían practicando deportes ancestrales de riesgo.

Terminó el espectáculo y con él las piedras volantes. Comentamos el incidente con Andrés y allí fue cuando nos pagó con la metáfora de la noche: «Peor es cuando las tiran los políticos del Ayuntamiento. Hay alguno que parece que me apunta». Y se cogió del brazo del Indio y nos fuimos a tomar algo.



Carlos Álvarez

Poeta

Si buscáis entre los poetas contemporáneos vuestros —todos lo son— uno que ha dedicado más tiempo al riego de los aromas cercanos que al suyo propio, lo encontraréis no en una voz, sino en el coro de sus paisanos. Bailad sobre él con alegre paso y una melodía, porque no es un terreno estéril, sino un parque: el más evocador de Getafe: el parque Andrés García Madrid.



Rubén Caba

Escritor
Tu nombre, Andrés, me despierta sentimientos de gratitud y admiración. Nunca olvidaré que publicaste en Helios la primera edición de mi libro sobre la ruta del Arcipreste de Hita cuando yo era un desconocido en paro que acababa de abjurar de los estudios sociométricos. Elogiaste mi librete y, sobre todo, viste en mí al escritor que ya era. Tiempo después, te empeñaste en satisfacer las necesidades culturales de los getafenses que aún echaban de menos una Universidad pública que, dedicada a Carlos III, acabaría por llegar años más tarde. Así que ofreciste a cualificados especialistas que se implicaran en la enseñanza creativa de sus artes: pintura, escultura, ballet, cerámica, literatura. Me invitaste a dar en Getafe un cursillo, los lunes por la tarde, sobre literatura española en el Centro Municipal de Cultura que tú dirigías. Único ingreso económico que yo tuve de octubre a junio durante los cinco años que seguí dando los cursos, propuestos por mí, sobre Hitos de la Literatura Española, Géneros Literarios, el Libro de Buen Amor, el Quijote y En busca del tiempo perdido.

Ahora te puedo decir, sin provocarte sonrojo, que admiré tu bondadoso talento lírico porque pretendías que los humanos jugáramos a la vida con la máxima inocencia y la mínima ignorancia, como si fuéramos sabios de la Antigüedad. Tu aire ausente de niño barbudo me hacía temer que te elevaras como un globo rojo hacia las nubes si Amparo, además de criar a vuestros hijos, te hubiera soltado de la mano. Gracias a ella perseveraste en la creación literaria para legar una decena de obras, entre piezas de teatro y poemarios, en donde pervives.



José Luis Esparcia

Poeta

Mi recuerdo más emotivo de nuestro Amigo Andrés, que tanto colaboró con nuestra Asociación de Amigos de Miguel Hernández, y al que tanto recuerdo repitiéndome su poema «Canto al labrador desconocido». Fue ejemplo de compromiso solidario. La prueba de que un poeta acrecienta su calidad cuando sus versos se llenan de humanidad. Trabé amistad con él en 1986, cuando le incluí en la antología La memoria y la sangre, desde entonces me enseñó muchas cosas.

Un abrazo de agradecimiento, y, como él me decía, «siempre republicano».



Antonio Hernández

Poeta


ANDRÉS GARCÍA UNIVERSO

Hay personas que son como un llavero, pues abren cien puertas. Andrés García Madrid, entre otras, la de la publicación de un libro atascado. De mí leyó Metaory, una especie de hagiografía del poeta gaditano a la que metí metralla política y traspasó censuras y charcos que con él como guía logramos sortear. Siempre lo recordaré con su barba negra cataratesca y su risa de vencedor imposible. O si no en pareja, cantando a coro disidente.

¿Qué? La internacional. Por su ejemplo, ahora Carlos Marx lo tiene de portero hacia la solidaridad, «Sanpedro» del ejemplo de la Ética.



Adela Huete


Andrés García Madrid, qué puedo decir... Poeta, sindicalista..., amigo, luchador incansable contra la dictadura..., poeta del pueblo, siempre en mis recuerdos, igual que su compañera, siempre en mi recuerdos...



Maica Jiménez

Artista visual

Mi recuerdo para mi Amigo Poeta. Don Andrés García Madrid. Director del Centro Municipal de Cultura en Getafe.

Años 80 talleres de dibujo, pintura y grabado aulas donde tuve la gran oportunidad y el placer de conocer y trabajar con Andrés, al que cariñosamente llamábamos "el Conseguidor".

Por tu tesón, compromiso social, cultural y humano.
Quedan tus libros, poemas, escritos del libre pensar.
Gracias por dejar... huellas con mayúsculas.
Gracias por tu trabajo en concienciar y estimular a todos los que amamos la cultura.




Matías Muñoz

Poeta

ANDRÉS GARCÍA MADRID: TALENTO, GENEROSIDAD, ENTUSIASMO, AMISTAD

¿Cuánto tiempo ha pasado desde tu muerte, Andrés? Pero, qué vas a saber tú, despistado. Si hasta olvidabas quién era ese que te miraba fijamente a los ojos desde el espejo. Buscarías a Amparo para pedirle, a hurtadillas, que te sacara del apuro:

–Amparo, ¿he muerto?
–Este hombre… Sí, estás muerto.
–Ya decía yo que…

Hablo contigo, ahora, como si esta tarde fuese a acercarme a tu casa para que me leyeras tu penúltimo poema y volvieras a preguntarme que cuánto más voy a tardar en publicar mi próximo libro. Yo te diría, para tu sorpresa, que antes de que acabe enero del 2019 y tú, con el abrazo de la amistad sin reservas, abrirías una botella de Beronia y brindaríamos. Como brindamos por mi primer libro, Un leve trazo, que pudo ser gracias a El Cazerón, la editorial que te inventaste (y que sufragaste) para dar posibilidad de publicar a quienes nunca lo habíamos hecho.
Como he recordado que esta tarde no estarás en tu casa, me acercaré a tu Parque para leerte uno de los sonetos que escribí para su inauguración:


A MI AMIGO ANDRÉS, CON UNA AMAPOLA
Tienes el corazón en rebeldía,
sin bridas, desbocado e insumiso.
Jamás anduvo, en su latir, remiso
si la razón así lo requería.

Un mar tu corazón, una alcancía
donde cabe el amor que sea preciso.
¡Qué lejos del espejo de Narciso!
¡Qué cerca de la urgente poesía!

Un latido que al ágora diaria
nos convoca, de frente y por derecho,
a escuchar tu palabra solitaria.

Esquiva flor que crece en el barbecho,
pero late incansable y solidaria:
es la roja amapola de tu pecho.


José Luis Salvador

Escritor


En Tormentas, tormentos y otros poemas personales, Andrés nos resume la espesa melancolía de sus últimos días, la desazón y el lento despojo. Página a página vamos olvidando lo superfluo, tan necesario para ser feliz, y nos enfrentamos al humano esfuerzo de ser posterior a la nada, a la esperanza truncada, a la pared sin espejos, al día oscuro del cuerpo.

Andrés, como no podía ser menos en él, habla de y para nosotros, diciéndonos la verdad desde el fondo de su cuerpo doliente. Escribe como Vallejo acerca del albañil que salía de la calle, expuesto a llegar a cualquier parte, y sin embargo, la vida le pone en medio de un accidente fatal y ya no almuerza. Gente feliz, sin lágrimas, que de pronto asiste a la disolución de su alegría. Andrés, como su querido Vallejo, habla siempre de esa gente, de nosotros, de nuestra ruidosa soledad.

Cuando caminamos solos por las invernales playas de Galicia aparecen, sostenidos en la brisa, esos hechos del pasado, gentes y cosas que sabemos irrepetibles, y que nos comienzan a llenar de melancolía.

Pero nosotros queremos recordar al Andrés alegre, el de la sonrisa amplia, aquel zascandil de Getafe. Los dos, pueblo y hombre, caminaron juntos un largo trecho, camino en el que se encontraron y mezclaron con rojos y activistas, amantes de la poesía, del teatro, de la cultura y de la vida. Acordarnos que Andrés fue el que más.

En el Getafe de aquellos años;  en los que todos parecíamos escribir en ese solidario y hermoso lenguaje del color rojo; Andrés se nos apareció lleno de propuestas, de ideas, de ganas, de energía, con un robusto compromiso cultural, pleno de amor y dominó en la tasca del Segoviano.

Con la mirada doblemente herida por la perplejidad y la ausencia, seguimos leyendo las Tormentas… de páginas atormentadas que nos hablan de nuestra propia soledad y del claro porvenir que tan nítidamente se oye entre tanto ruido.

Andrés, necesitamos seguir sintiendo tu casa como siempre, acogedora como una puerta abierta en un día de lluvia, el umbral en el que nos recibías con una cerveza fresca, una sonrisa y la sabrosa promesa de una memorable tarde de charlas y ejercicios de inteligencia.

Necesitamos saber que en aquel espacio de libertad, lleno de Amparo y cariño; ruidoso como una calle mayor, muchas veces, solitario, otras, lleno de familias, muchas; podemos seguir hablando de nosotros, de ellos, del mar y del aire de tu montaña, el Guadarrama, que podemos soñar o retomar ese largo monólogo que todos llevamos dentro.

Mira, Andrés, vamos a seguir leyéndote, recordándote en todo y porque necesitamos aquella tu alegría, vengan esas cañas, una para ti, las otras para nosotros.

(en Besos y abrazos, Inef Galicia, 2006)



Joaquín San Juan

Artista visual

Andrés, gran poeta y gran amigo. Comunista y azote de burócratas. No te olvido.



La A de Andrés recorre el espacio escrito para bailar la Poesía al Amparo de las Letras


Chema Sánchez

Artista visual

Con muy poca edad descubrí la afición de reunir cromos. Aquellos pedacitos de papel nos deslumbraban por la abundancia de colores en una realidad que se resolvía casi siempre en blanco y negro. Expectante, contemplaba cómo las páginas cobraban vida cuadro a cuadro. Un álbum completo, sus hojas abiertas, acercaba mi asombro al paroxismo.

Inusualmente, en una de estas colecciones, un texto discurría entre las imágenes hasta el final. Fue una de mis primeras incursiones en la lectura. En su cubierta, «El maravilloso mundo de las abejas» compartía espacio con el nombre de su autor. Tiempo después acepté, no sin cierta desazón, la sugerencia de la familia de regalar el ejemplar a mis primos en su condición de apicultores y en agradecimiento por abastecernos de miel generosamente.

Esa desposesión temprana fijó aquel objeto en mi memoria. Transcurridos años, conocería por él mismo que el artífice de aquella obra no era otro sino Andrés. Comprendí entonces que quien me abría las puertas del taller de artes plásticas en el CMC ya estuvo premonitoriamente en mis inicios con la letra impresa. Entre tinta y pintura se desenvolverían acontecimientos definitivos para mí y en el frontispicio estaba Andrés.

Conservo la carpeta donde fui atesorando poemas que compartía con nosotros a medida que afloraban de su efusiva mente. Entraba precipitadamente en el taller con la sonrisa pícara de un fauno de Rubens y desgranaba las metáforas, aún jadeantes, con fruición.

Hace días que deambulo entre catálogos, tarjetas, libretos, revistas, artículos, dedicatorias, cartas y demás especímenes de aquella carpeta. Años de cultura en toda su extensión y para cada sentido; años, en fin, de inspiración. No concibo otro alimento para tal creación que no sea el apasionamiento y me pregunto si hay más modo de obrarla que con artes de demiurgo.

Falta por evocar al Andrés comprometido y polemista. A nada ajeno, a todo atento, le vimos resistir embates con temple de encina y cargar de ironía sonetos como dardos. También queda el Andrés afable, ocurrente, juglar, y siempre enamorado.

Entrar en su universo, diverso e insondable como pocos, es hacerlo con la convicción de extraviarme. Regreso con desasosiego, apenas habiendo logrado desbrozar alguna pequeña vivencia porque no quedan palabras. Y utilizo con permiso las suyas para referir su obra y su persona, no podía ser de otra manera; las mismas que cerraban el poema que me dedicó en la inauguración de mi primera exposición: «… me deja mudo».

POEMA PARA CHEMA

               



Eugenio Suárez-Galbán Guerra

Profesor, escritor y editor
PARA ANDRÉS

Todo en él era poesía. De hecho, me vino de la mano de otro poeta, José Luis Gallego. Por aquellos días, allá a mediados de los setenta, cuando ya la caída de la dictadura iba cediendo cada vez más, no al sueño de casi cuarenta años, sino a la realidad por fin de la libertad, Andrés, como siempre, andaba metido hasta el meollo y la médula en la actividad cultural. Y el que esto escribe se había empeñado en imitarlo creando una editorial. José Luis, que nos veía a mi esposa y a mí como éramos, «tremendamente jóvenes», es decir, ingenuos, nos conectó enseguida con Andrés, de ilusión semejante a la nuestra, pero con mayor experiencia en ese mundo editorial tan complejo. El peralejo, poemario de simple y bella portada, como su mismo verso, fue mi primer contacto con Andrés. No hizo falta más para entender de golpe que, como veía con tanto acierto José Luis, la poesía, en el más amplio sentido de la palabra, regía la vida y el ser de Andrés García Madrid. Poesía de la palabra, pues, pero verso para la vida. Poesía de la prosa, poesía de la edición, poesía de la ideología, poesía toda su vida entera.

Hay recuerdos que son legados, Andrés. Y poesía que nunca se olvida..



Pepe Tarduchi

Director del Ateneo 1º de Mayo


LA LETRA SIN SANGRE ENTRA

Desde 1992 a 2004 me correspondió ser director de un raro artefacto que las Comisiones Obreras Madrid habían creado, el Ateneo 1º de Mayo, que pasaba por ser el «brazo» cultural del sindicato. Un tumor benigno de metástasis autónoma. Resultaba refrescante que pudieran convivir, entre las áridas paredes del número 40 de la calle Lope de Vega de Madrid, antaño ocupadas por el sindicato vertical, asambleas de trabajadores, preparativos de movilizaciones, negociación de convenios colectivos, despachos laboralistas, etc., con iniciativas tan variopintas como concursos de chirigotas de carnaval, proyecciones cinematográficas, funciones teatrales, ciclos de música y canción en directo, talleres de cuentacuentos o de creación literaria, cursos sobre pintura o historia, o ensayos y conciertos de una banda sinfónica de jóvenes estudiantes de conservatorio. Un cajón de sastre de manifestaciones culturales compatibles con las actividades sindicales clásicas.

No podía quedar fuera de nuestra atención esa adicción minoritaria que requiere una aguzada sensibilidad, la poesía. Y ahí es donde se nos aparece Andrés García Madrid como principal introductor de ese virus en un lugar tan alejado y poco proclive a la palabra hecha verso como es un sindicato. Fue de la mano de su discípula y amiga Manuela Temporelli, otra persona importante para nuestro Ateneo. Andrés impartió con el poeta, rapsoda y amigo Indio Juan unos cursos de aproximación e incitación, que dieron a luz un animoso grupo de amantes de la poesía, una tertulia para el impulso de la creación de sus integrantes, análisis y crítica de su propia obra, estudio de la producción de poetas importantes y presentación y lectura de sus poemarios.

En aquellos años, Andrés me dejó la huella de su calidad y calidez humanas, su bondad, su rojerío, su zumbón sentido del humor, generosidad, tolerancia, sencillez y dignidad en la vida y en la muerte. Tuvo la justicia de constatar el cariño de la gente que lo trató, apreció o leyó.

En 1999 creamos un Certamen de Poesía, que, naturalmente, había de llevar su nombre. Supuso para él una alegría verse unido a un premio convocado por un espacio dedicado a la cultura en CCOO. Pudo asistir solo a la primera convocatoria, porque el 28 de marzo del año siguiente, y tras hacerla esperar para esforzarse en concluir la que sería su última obra, Tormentas, tormentos y otros poemas personales, se lo llevó la dama de la guadaña.

Las reuniones del jurado de su certamen y las sesiones de entrega de los premios, no por casualidad los 14 de abril, son las anuales ocasiones en que recordamos a él y su obra, con los buenos amigos que nos ha traspasado: Carlos Álvarez, Antonio Hernández, Manolo Rico, Matías Muñoz, Manuela Temporelli y Cristóbal López de la Manzanara. Y no puedo dejar de agradecer también a Andrés que nos diera a conocer y querer a su mujer Amparo, a su hijo Raúl y a sus hijas Yolanda, Susana, Almudena y Paloma.

Salud y República.


Mark